Por Deborah Legorreta

Se ha puesto de moda entre las niñas -o sus madres, no queda claro entre quienes- acudir a locales donde las pequeñas son disfrazadas de princesas para tomarles fotos. Como en todo juego imaginativo, las niñas adoptan el papel del personaje y por unos minutos se sienten bellas, poderosas y con derecho a demandar cualquier cosa que les apetezca. Son felices estas princesitas temporales que regresan a sus casas con la auto estima incrementada y la alegría de saberse bonitas. El arquetipo de la princesa se rehúsa a desaparecer a pesar de casi un siglo de feminismo y por algo será, he pensado mientras caminaba por el centro comercial donde pululaban las mini princesas.

Los cuentos de hadas y leyendas de princesas siempre tienen el mismo argumento: se trata de una mujer joven, a veces bella pero siempre poderosa. En ocasiones es de origen humilde venida a más gracias a sus encantos y virtudes -como en el caso de Cenicienta- o bien, se trata de una heredera legítima de algún poderoso monarca quien, a pesar de poder ser insoportable y berrinchuda, es una joven bondadosa, como en el caso de Blanca Nieves. En resúmen, las princesas de cuento son más buenas que bonitas y más trabajadoras que parranderas ociosas que agoten sus días en tratamientos estéticos y sus noches en tours antropológicos -de antro en antro- como algunas famosas que ya conoces.

También es común que en los cuentos de hadas aparezca en algún momento un príncipe salvador para rescatar a la princesa de los peligros a los que seguramente la han expuesto seres malvados, pero en algunos casos, como en el mito de Psique y Eros o en la más conocida historia de la Sirenita de Andersen, la que rescata es ella al pasivo e indefenso príncipe, aunque estas historias de valor femenino no hayan recibido tanta difusión como las de la joven indefensa y rescatada. En cualquier caso, lo importante para el mito de la princesa parece ser que acabe con príncipe al lado, sea éste tipo regente o consorte. “Las princesas consiguen galán” parece decirnos esa voz ancestral y quizás por eso seguimos queriendo ser princesas o madres de princesitas aunque sea de mall.

Podría darte argumentos para descontinuar el modelo princesa, pero prefiero no ir contra corriente porque, después de todo, investigando a fondo en todas las revistas sociales que pude encontrar, he llegado a la conclusión de que debería haber todavía más princesas. Ahora te explico porqué.

1. Las princesas modernas son auto suficientes Si estás al día en noticias sociales de las monarquías actuales, sabrás que las princesas de hoy son profesionistas, trabajan en empresas o son dueñas de negocios por lo que generan su propio sustento independientemente de tener príncipe al lado o no tenerlo. Algunas ya son madres y no por ello dejan de mantenerse activas intelectualmente o de realizar actividades laborales. Asi es que una verdadera princesa actual no está pensando en que llegue aquel que la “saque de trabajar” ni estudia una carrera MMC (mientras me caso) Sabe que entre más capaz sea de sostenerse en sus dos propias y bien moldeadas piernas, mejor será su relación con todos, en especial con ese posible Otro, sea noble o plebeyo que ya tampoco importará tanto.

2. Las princesas modernas tienen conciencia social Seguimos en las páginas de la prensa rosa las crónicas de visitas a huérfanos de guerra, hogares de ancianos y eventos a favor de distintas ONGs que realizan las princesas de este siglo. Aún aquellas menos activas en filantropía al menos se dejan ver en las galas para recaudar fondos así es que si te interesa llegar a princesa, sería indispensable que buscaras alguna organización benéfica a la cual dedicar al menos unas cuantas horas al mes. Sin labor social, no se llega ni a dama de la corte.

3. Las princesas modernas se distinguen por su gentileza más que por su belleza Si las observas, no son especialmente guapas en el sentido uniformado de otras celebridades, pero las princesas actuales tienen una expresión y un trato amable que las distingue y les hace mucho más atractivas que otras herederas de fortunas supuestamente más bellas por fuera, pero terriblemente feas por dentro. La palabra “gentil” de hecho significaba en su orígen noble por lo que no hay nada que ennoblezca más que una sonrisa franca acompañada de una actitud de respeto hacia personas de todos los orígenes y edades.

4. Las princesas modernas saben ser parejas Se caracterizan por apoyar la labor de sus esposos, asi como por mantener un trato amable y respetuoso hacia sus parejas siempre que están en público. Jamás se verá a una princesa burlándose del marido que se equivoca al contar una historia o decirle frente a otras personas palabras denigrantes o hirientes. De la misma manera, manifiestan una actitud digna que promueve ser tratadas con el mismo respeto y deferencia que el que ellas otorgan a sus parejas. El desprecio, las burlas, los gritos y los insultos son considerados por las princesas como manifestaciones de vulgaridad…y en efecto lo son.

Por tanto, comienza a escribir tu propio cuento comenzando por “Habrá una vez una princesa auto suficiente, gentil y solidaria con los demás” y puedes continuar con una descripción de tu maravillosa vida cotidiana tal como desearías que fuera a partir de ahora, acompañada por esos seres queridos con quienes elijas compartirla y te aseguro que si te empeñas, podrás concluir el cuento con el acostumbrado “y vivirán felices”.

Fotos: Dina Goldstein

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