Tu mente es tremendamente poderosa y así como puede hacerte vivir una vida maravillosa, también te puede llevar a experimentar algo espantoso.
Yo siempre he sostenido que el cielo y el infierno no son lugares geográficos, sino estados mentales. Si en este momento sientes unos celos terribles, una envidia espantosa, un odio, un rencor irresistible y una ansiedad incontrolable, vives en el infierno, en cambio si en este momento te encuentras experimentando un gran amor, te sientes feliz, tienes unas relaciones bellas con la gente alrededor de ti y te sientes lleno de salud, pues entonces no tienes que morir para conocer el cielo, ya vives en él.
Si la mente fuera un automóvil, la gran mayoría de las personas viven como si fueran sentadas en el asiento de atrás y el auto estuviera bajando por una pendiente, mientras la persona le pide a Dios no estrellarse.
Sería muy importante que a los seres humanos así como nos enseñan materias como geografía, matemáticas, historia etc., también se nos enseñara el conocimiento de la mente. Pero nunca es tarde para aprender, y sin importar en qué trabajas, sería primordial que dediques tiempo de tu vida para conocer tu mente con el fin de algún día sentarte al volante y tomar el control de ella.
¿De qué serviría tener doctorados, maestrías, éxito profesional, mucho dinero, si estás viviendo sumido en el infierno, si necesitas medicamento para dormir, para poder despertar, si vives lleno de drogas para calmar una depresión o ansiedad incesantes? ¿Cuántos casos hemos conocido de personas que aparentemente lo tenían todo y terminaron sus vidas suicidándose por que vivían sumidos en un vacío y sufrimiento insoportable?
Algunas personas se mantienen pidiéndole a Dios que la felicidad llegue a sus vidas, como si la felicidad fuera un Don que pueda ser otorgado, y esto jamás sucederá, ya que la felicidad es un estado que tiene que ser conquistado.
La única posibilidad que existe de vivir una vida con felicidad permanente es aprendiendo cómo funciona la mente y aprendiendo a disciplinarla.
