La investigadora Lourdes Suárez Diez, emérita del INAH es una de las pioneras en el mundo en el análisis de dichos materiales marinos, que tuvieron significado y uso importante en la época prehispánica, quien ha dedicado casi 50 años de su vida al estudio de ese universo maravilloso, como ella lo definde, luego de que hace unos días celebró sus 84 años de edad.
Los mayas los comercializaron con otras regiones; los toltecas los utilizaron para venerar a sus dioses, y la alta clase social de Tenochtitlan para demostrar estatus.
Las conchas y los caracoles jugaron un importante papel entre las civilizaciones prehispánicas. Los mayas, al sureste de México, las obtuvieron para comercializarlas con otras regiones; los toltecas, en Tula, las utilizaron para venerar a sus dioses, entre ellos a Quetzalcóatl, y la alta clase social de los mexicas, en Tenochtitlan, aprovechó la belleza de esos materiales conquiológico y malacológico para demostrar su estatus.
Las conchas y los caracoles, son evidencias físicas del desarrollo de las sociedades mesoamericanas; no solo fueron atractivos por su variabilidad y abundancia, sino porque nos revelan importantes datos de nuestra historia.
Fueron muy diversos los usos que las antiguas culturas dieron a ambos materiales, por ejemplo , en Tenochtitlan se han localizado ofrendas con elementos de concha, lo que nos hace inferir inicialmente que las personas enterradas gozaban de prestigio social y/o económico, e incluso que era un guerrero, dado que ese sector también las utilizó en su joyería, armas o escudos.
Las conchas, su pasión
“Las conchas y los caracoles me encontraron a mí…, y no yo a ellos”, expresa la investigadora emérita del INAH, a quien cariñosamente sus alumnos la identifican como “Concha” Suárez.
Corría 1964, rememoró, cuando participaba en el Proyecto de Salvamento Arqueológico de la Prensa “Adolfo López Mateos” (El Infiernillo), en el Río Balsas, “me llamó la atención el hallazgo de material conquiológico y malacológico, a tan larga distancia de mares y ríos”.
Entrecierra los ojos, como tratando de citar fechas exactas, y dice: en aquel entonces, hace ya 47 años, le dije a mi maestro, el arqueólogo José Luis Lorenzo, que estaba interesada en hacer mi tesis profesional sobre las conchas. “Allá tú, haber lo que puedes hacer, tú sabes”, fue lo único que recibió por respuesta, pues no existía bibliografía sobre el tema.
Hoy, a casi medio siglo de distancia, la bibliografía disponible es de su autoría. Esa labor de campo y de escritorio, así como su extenso conocimiento, la han llevado a países tan distantes como Rusia, Japón, Grecia, Chile, Italia, Holanda y Suecia, por citar solo algunos, para dictar conferencias a especialistas.
María de Lourdes Suárez Diez ha escrito más de una docena de libros; algunas de sus obras destacadas son: Técnicas Prehispánicas en los objetos de concha (1974); Conchas, caracoles y magia en la cultura mexica (2010) y La joyería de concha en los dioses mexicas (2011).
Un terreno vasto para la investigación
La experta levanta las cejas como un acto reflejo al escuchar la pregunta de cuántas clases de caracoles y conchas se conocen en la actualidad. “Los biólogos han identificado hasta el momento—remarca estas últimas tres palabras— más de 100 mil especies de caracoles, así como 15 mil o 20 mil variedades distintas de conchas. “Es un terreno muy vasto”, acotó.
Sus usos en la época prehispánica también fueron diversos, por lo que su estudio también es amplio; las comunidades, así como los antiguos grupos sociales, le dieron a las conchas y los caracoles aplicaciones distintas.
Las pirámides, los huesos, la cerámica y la pintura no son los únicos indicios que tenemos para estudiar el desarrollo de las culturas prehispánicas, las conchas y los caracoles son una fuente importante de estudio y análisis, concluyó.
Fuente: INAH
Fotos: INAH